Junio 2012
A 50 AÑOS DE LA TRAGEDIA FERROVIARIA DE VILLA SOLDATI
Un suceso que enlutó a familias obreras
Por Miguel Ruffo
Se cumplen en este junio cincuenta años de la peor tragedia ferroviaria ocurrida en la ciudad con anterioridad a la registrada recientemente en Once. Aquí, los pormenores.
El 11 de junio de 1962, poco después de las ocho de la mañana, un ómnibus escolar fue embestido y arrollado por un tren del ferrocarril Belgrano en el paso a nivel de las calles Lacarra y Veracruz en Villa Soldati. La Nación del 12 de junio informaba: “Perecieron más de 40 niños al ser embestido un ómnibus por un tren. Un centenar de alumnos viajaba en el vehículo rumbo a sus escuelas. En su mayoría residían en el barrio de emergencia de Lacarra al 3700 y eran menores de seis años. Barreras levantadas”.
Villa Soldati era (es) un barrio obrero. Estaba habitado por familias trabajadoras provenientes del interior del país. Los padres de los niños eran obreros de las diversas actividades de la industria o empleados de las instituciones públicas, como la Municipalidad; las madres eran obreras o empleadas en el servicio doméstico de casas de familia. Para ganarse el salario debían, todos los días, dejar a sus hijos en la colonia de recreación Antonio Zacanini, la cual funcionaba junto a una escuela vecinal.
El ómnibus en el que eran transportados los niños era marca Dodge, chapa de la Dirección Nacional de Transporte 01971; la mañana era neblinosa, hasta tal punto que la visibilidad era muy difícil: no alcanzaba a los veinte metros. Al aproximarse al paso a nivel las barreras estaban bajas, pero el conductor realizó algunas señales luminosas que, posiblemente, indujeron al guardabarreras a levantar las barreras para dejar pasar al ómnibus sin advertir que se aproximaba un tren cuya locomotora, que no pudo ser frenada, embistió y arrolló al vehículo en que los niños eran trasladados a la escuela. Los gritos fueron desgarrantes, partían de todos lados y algunos niños, que resultaron ilesos, corrían asustados por las inmediaciones.
Enseguida la noticia corrió por el lugar y se efectuaron los primeros auxilios; los pequeños cuerpos iban siendo recogidos y agrupados sobre diarios y cartones en la calle Veracruz, paralela a las vías ferroviarias. Numerosos niños fueron llevados al hospital Piñero en un camión del dueño de una verdulería del barrio. Otros fueron ubicados en unos colectivos de las líneas 150 y 101. Poco después se hicieron presentes autobombas con camillas para trasladar a los heridos. El personal de las autobombas estaba provisto de guantes especiales y herramientas que fueron utilizadas para llegar al interior de los restos del ómnibus y retirar a los heridos y muertos.
¿Quiénes fueron los principales protagonistas de esta tragedia? El conductor del ómnibus escolar, que también falleció en el accidente, se llamaba Ricardo Costoya. Español, casado, de 59 años. Era estimado por los niños y así lo habían reconocido las autoridades de la institución educativa, quienes siempre lo requerían por la amabilidad con que trataba a sus pequeños pasajeros.
El guardabarreras se llamaba Alfonso Jesús de Aragón. Argentino, casado, de 38 años. ¿Por qué levantó las barreras? ¿Por las señales lumínicas del chofer del ómnibus? ¿Por qué no funcionaba el timbre que debía advertir la proximidad de un tren? Lo cierto es que tardíamente atinó a bajar las barreras y padeció una grave crisis nerviosa.
El maquinista de la locomotora se llamaba Clodomiro Vilches. Argentino, casado, de 35 años. Al advertir la presencia del ómnibus en las vías, logró accionar el mecanismo de los frenos, pero no pudo detener la marcha del tren, que se encontraba a unos cien metros del paso a nivel. Junto con el fogonero Juan Carlos Miranda, pudo ver a través de la niebla los restos del ómnibus. ¿La niebla fue un factor que contribuyó a la tragedia? Lo cierto es que, de acuerdo a La Prensa del 13 de junio de 1962, “como resultado del hecho fallecieron 31 niños, el conductor y una celadora. Hay 78 heridos”.
No queremos abrir juicios sobre las responsabilidades que pudieron caberles a algunos de los protagonistas. Lo real y concreto es que, ya en 1962, con el crecimiento urbanístico y vehicular, no debía haber pasos a nivel en la ciudad. Sin embargo, al día de hoy, en pleno 2012, a 50 años de esa tragedia, continúan existiendo.
Niños de entre 3 y 13 años pagaron con sus vidas negligencias que trascienden a los protagonistas directos del accidente y que podrían evitarse con políticas que deberían formularse desde las respectivas instancias gubernativas para que no existan pasos a nivel en la ciudad.