Con nuevo nombre y música de bandoneón
- Escrito por Victor Pais
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La Asociación Cultural Deportiva y Biblioteca Popular Florencio Sánchez festejó sus primeros 107 y el primero con su nuevo nombre a través de un cálido encuentro en su sede de Pasaje Granada 1660.
Entre la concurrida asistencia, se hizo presente el subgerente de operaciones de la presidencia de la Comuna 15, Fabio del Felice; varios allegados a la institución anfitriona vinculados a la actividad cultural: los escritores Silvia de Virgilio y Agustin Cuzzani, las bibliotecarias Graciela Orellana y Vilma Carou, el actor y cantor Roberto Gasparoli, el cantor y director de la Escuela Japón Alfredo Katurchi y la profesora de danza folclórica Marta Sañudo; y un invitado de honor: el reputado bandoneonista y cantor Pablo Greco.
Norberto Zanzi, presidente de la Florencio Sánchez, dio comienzo al festejo con una referencia al nuevo nombre de la institución que fue aprobado por asamblea de socios en el pasado diciembre y avalado desde abril de este año por la Inspección General de Justicia, y que es producto de la unificación de la doble denominación con la que aquella estuvo inscripta durante décadas: la de Biblioteca Popular Juan M. Becciú y la de Asociación Cultural Florencio Sánchez.
“Tenemos varias actividades acá”, resaltó Zanzi después de aportar algunos datos históricos sobre la entidad. Y enumeró: “Hay talleres; por supuesto, todo lo que sea libros; tenemos arriba una huerta comunitaria, hacemos alguna actividad asistencial como entrega de anteojos o damos algún bolsón de comida cuando conseguimos algo, y otra cosa importante que funciona acá es una escuela primaria para adolescentes y adultos”. Finalmente, subrayó: “Es una biblioteca del barrio y es de todos, hoy estoy yo y una comisión directiva, mañana pueden estar ustedes”.
Se dio paso luego al espectáculo que comenzó con los tangos cantados por Katurchi, quien acompañó su melodiosa voz con guitarra. Así pasaron Los cosos de al lao, Ventanita de arrabal, El sueño del pibe, Tarde, Mano cruel y Ventarrón.
Y tras Katurchi ocupó el centro de la escena el veterano y experimentado Greco, quien primero dijo unas palabras al público sobre el gran auge de las orquestas de tango en la época en la que él, siendo muy joven, integraba la de Ernesto “Titi” Rossi. Se refirió a título seguido al origen alemán del bandoneón y señaló que este “deriva del armonio y se fabricó para salir a las procesiones y poder tocar esa música de iglesia” y que “por eso el bandoneón es tan serio, en el sentido de que tiene una cierta profundidad”, tras lo cual comenzó a improvisar un fraseo lento y diáfano que envolvió a la sala rodeada de libros y desacostumbrada a la presencia física de ese instrumento en una atmósfera eclesiástica particularmente vibrante.
No tardó Greco en recalar en un repertorio de tangos reconocibles en los que fusionó el expresivo decir de su voz con la del bandoneón. Fue primero Buenos Aires, tan actual y tan interpelante en su dramatismo como cuando cuenta que “a la salida de la milonga, se oye a una nena pidiendo pan”, y sentencia que “por algo es que en el gotán siempre solloza una pena”, y después, con una secuencia enganchada de famosas creaciones de Enrique Santos Discépolo que, en algunos pasajes, sobre todo en los estribillos, fueron acompañadas a modo de coro por buena parte del público. Y para coronar este singular segmento tanguero, Greco invitó a Katurchi a sumarse con su voz y su guitarra y la espontánea dupla reverberó con La última curda y Como dos extraños.
Seguidamente, Zanzi invitó a hablar a Del Felice, quien, tras aclarar que no se encontraba allí como representante de la presidencia de la Comuna, sino “como amigo” de la biblioteca, entre otras cosas, dijo: “Hoy el contacto con el vecino está solapado por todo lo electrónico. Se conecta por un mail, por el boti, por el 147, y bueno, está muy lindo esto de vernos cara a cara. Ojalá haya muchos Norbertos. Él ve a la comuna, invita a la comuna, ve al futbolista, invita al futbolista, tiene una capacidad de invitación y una convocatoria terribles”.
A continuación pidió la palabra Cuzzani, quien volvió a poner en primer plano al bandoneón, aunque en clave de humor y a través de su oralidad, compartiendo anécdotas que tuvieron como protagonistas a ilustres ejecutantes de ese instrumento. También habló de su experiencia como docente y expresó sus sentimientos De Virgilio, quien concluyó emocionada pidiendo “un aplauso para los chicos que están defendiendo la escuela pública”.
Hubo a posteriori danza folclórica, un gato y una chacarera, con el concurso de Sañudo y otros tres concurrentes. Y al hilo otra vez fue el turno del canto y el tango en la voz de Gasparoli, quien interpretó a capela Barrio pobre y Antiguo reloj de cobre.
La secuencia continuó con las palabras de Orellana y Carou, ambas con pasado como bibliotecarias de la institución: “Por ahí tenemos esa mirada de que la biblioteca es un lugar donde vamos a estar todos en silencio, de que hay días que no vamos a poder hacer nada y ya estamos viendo que es un espacio en que cada una de las personas puede desarrollar sus habilidades y conocimientos”, expresó la primera. Y exhortó: “Nunca dejen de venir a una biblioteca porque hay un montón de cosas por descubrir y para asombrase”. A su turno, Carou, luego de manifestar conceptos similares a los de su colega, dijo sentirse “agradecida por la posibilidad que me dieron en su momento de haber trabajado acá”. Y concluyó: “Todas las bibliotecas por donde pasamos marcan una experiencia y para mí fue muy importante este lugar”.
Finalmente, los anfitriones agasajaron a los presentes con una generosa picada durante la cual se realizó el elemental brindis por los 107 años de la asociación.