Oscar R. F. García, el pan y la poesía
- Escrito por Victor Pais
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Hoy se cumplen quince años de la muerte de Oscar García, quien fue colaborador de nuestro periódico, gran poeta y querido amigo. Recuerdo, como si hubiera sido ayer nomás, nuestra visita al Círculo de Ajedrez de Villa del Parque que dio lugar a la primera de las varias notas que realizó para Tras Cartón. A modo de homenaje, reproducimos el sentido texto que publicamos en nuestra edición impresa cuando nos tocó despedirlo con el título de “El poeta murió al amanecer”:
Como para que nos cueste más olvidar el día en que decidió irse para siempre, Oscar Raúl Fernando García eligió una fecha que, desde hace muy poco, resulta cara al sentimiento popular: el 19 de diciembre último, a las cinco y media de la mañana.
Había nacido en Buenos Aires el 30 de mayo de 1927 y tuvimos la suerte de toparnos con él a mediados de 1999. El prodigio fue gracias a los cables que solemos tender con Tras Cartón y que nos han permitido arrimarnos y conocer a entrañables seres humanos.
Conocimos a Oscar en vísperas de la aparición de su más acabado poemario: Melodía de arrabal. Por ese entonces, a pesar de sus ya setenta y pico de años, vendía flores en un puesto sobre la avenida Cabildo por un salario de hambre, pues la jubilación que cobraba apenas le alcanzaba para bancar el alquiler del techo que compartía con su esposa Haydée. Y creemos que si podía soportar ese yugo era gracias a su fecunda amistad con la poesía… y con el tango. Ahí están como testimonio las numerosas notas que escribió para nuestro periódico, reveladoras de una sensibilidad exquisita para penetrar en el aspecto literario de la canción porteña.
El 11 de enero último, para cumplir con lo que él había pedido, sus cenizas, junto con varias rosas rojas, fueron arrojadas al Río de La Plata por sus amigos más queridos.
Oscar, siempre te veremos detrás de un pucho, disfrutando y haciéndonos disfrutar con tu facilidad para contar historias, reales o soñadas, y recordándonos, como dijo Diego Holzer en tu funeral, que en la mesa del obrero la poesía es tan importante como el pan.