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13 de abril de 2012

INAUGURACIÓN DE LA MUESTRA TRÍVIUM EN ESTÍMULO DE BELLAS ARTES

“Una apelación, un interrogante, un disparador”

Por Haydée Breslav

Foto: gentileza de Yolanda Toteda

Resultó muy animada y concurrida la inauguración de la muestra Trívium que, integrada por obras de alumnos de los talleres de Carlos Cañás y con la curaduría de este, quien también presentó un trabajo, tuvo lugar en la sala Ernesto de la Cárcova de la Asociación Estímulo de Bellas Artes.

La muestra consta de cuarenta pinturas de igual tamaño de otros tantos expositores, inspiradas en sendos textos literarios y obras musicales: los primeros pertenecen a Luis Lorenzo y las segundas van desde la Suite N° 1 de Bach hasta Garota de Ipanema, de Jobim, pasando por la Sonata Primavera, de Beethoven; la Obertura para un festival académico, de Brahms; Danubio Azul, de Strauss; Bolero, de Ravel, y A fuego lento, de Salgán (único tango incluido).

Se trata de una segunda edición de Trívium; la primera, en la que participaron con sendas obras los mismos artistas, estuvo expuesta durante el verano último en el Centro Cultural Paseo Quinta Trabucco, de Vicente López.

Lorenzo, quien también prologó el catálogo, define allí a Trívium como “una apelación, un interrogante, un disparador, un incentivo a la deducción, a la imaginación, al recuerdo o a la investigación”.

Como tantas otras ideas brillantes, la que inspiró esta muestra surgió en la mesa; en este caso, la que compartían en un restaurante Cañás y Lorenzo. Así lo cuenta el primero: “Mientras comíamos [Lorenzo] me hacía una lectura de su obra, y a mí me sonaba como una literatura muy fantástica e imaginativa, bastante alejada de la lógica que marcan las horas y los tiempos. En un momento dado me preguntó ‘¿qué tal, se le ocurre algo?”’, le dije “sí, ya se me ocurrió, pero se lo voy a contar después” y seguimos comiendo, él leyendo y yo escuchando. Esa fue la faz inicial del proceso que surgiría luego y que dio lugar a ochenta obras de cuarenta autores, con dos obras cada uno”.

Y prosigue su relato: “A partir de una serie de textos que él fue seleccionando, y también de pequeños trozos de partituras musicales, cada uno, de acuerdo con lo que descubría en ellos, fue desarrollando distintas imágenes. Aconsejé, desde el punto de vista docente, que nadie comenzara los trabajos en el taller: algunos tienen gran arranque inicial, mientras otros son más lentos y necesitan elaborar las cosas de otra manera, por lo que sería inevitable que, si estuvieran todas las telas en blanco, aquellos que se demoraran más y vieran pintar a otros resultaran influidos. Al proponer yo que nadie comenzara los trabajos en el taller, cuando estos comenzaron a aparecer ya tenían su impronta personal, y se fueron concluyendo con el diálogo entre nosotros y con los demás”.

En cuanto a la distribución de textos, el maestro dice que “fue azarosa”, y explica: “Colocamos todos en sendos sobres, que numeramos e introdujimos en una caja, cada uno metía la mano y sacaba un sobre: yo fui ejecutor de lo contenido en el sobre 7, que fue el que me tocó, y así sucesivamente”.

Aparte de dejar establecido el tamaño de las obras (todas miden un metro por sesenta centímetros), “esa fue una pauta a los efectos de tener una arquitectura total”, Cañás subraya que permitió “absoluta libertad” de estilos y de técnicas. Así, en la muestra “hay estilos más racionales y otros más emocionales, algunos son más abstractos y otros más figurativos, en algunos están más presentes el color y la libertad de la forma, y en otros la construcción y el dibujo”. Y remarca: “Creo que la riqueza de este conjunto de obras reside precisamente en esa variedad”.

En cuanto a la sala, Cañás revela que la eligió porque tiene para él “un gran atractivo”, recuerda que Estímulo es “una de las instituciones con más años en el arte” y evoca: “En otra construcción, seguramente muchísimo más modesta que esta, se reunían [Ángel] Della Valle, [Eduardo] Sívori y otros grandes; no existía la enseñanza artística en el país, y fueron ellos los que hablaron con el gobierno y crearon las escuelas de bellas artes, hace más de un siglo”.

Y pasa al recuerdo personal: “Entré en esta casa por primera vez de pantalón corto porque me trajo, junto con un compañero, mi primer maestro, Segundo Pérez, que era bibliotecario de Estímulo en esa época. Bajamos, fuimos al taller de dibujo; por primera vez vi una figura desnuda. La gente estaba dibujando; señalando a un señor que estaba de espaldas, Segundo Pérez nos dijo que era el autor de un cuadro que me había impresionado mucho, la escena de un bodegón que había visto en una visita que habíamos hecho al Museo de La Plata; me parecía increíble tener al lado a ese artista”.

A su vez, Lorenzo expresa que mirando las obras siente “el poderío de la trasmutación” porque “a partir de un texto y de un fragmento musical los artistas, como los viejos alquimistas, trasmutan y producen un universo multifacético y maravilloso”.

Y resalta: “Hay cosas que me han llegado profundamente porque encontré en ellas la reinterpretación de un sentimiento que en algún momento tuve al escribir, transformado a través de la visión de un artista”. Asimismo, dice que en algunas de esas recreaciones descubrió cosas de su propia obra que no sospechaba que existieran.

Lorenzo no quiere dejar de destacar “el impulso que el maestro Cañás le dio al proyecto que, como él dijo, surgió en una mesa de restaurante” como así también la labor cumplida por “el hijo de don Carlos, Fabián Cañás, que fue el motor insustituible de la producción de este evento”.

Yolanda Toteda es licenciada en Arte por el IUNA y culmina su formación artística con Cañás; así refiere su experiencia en la realización de la muestra: “Primero se nos convocó para darnos la música y el texto, y después los artistas los interpretaron como realmente los sentían; cada uno utilizó diferentes recursos y se manifestó totalmente libre en la manera de trabajar expresando lo que le generaban tanto la música como el texto”.

Califica a la experiencia de “maravillosa y muy seria”, destaca el privilegio de “compartirla con el maestro Carlos Cañás”, y acota: “Aquí están sus alumnos del taller de Barracas, del taller de Florida y del taller del Museo de Arte Decorativo”.

Entusiasmada, enfatiza: “Esta es una fiesta de color, de sentimientos, de pasiones y de arte, por sobre todas las cosas”.

Por su parte la directora de la sala, Raquel Monserrat, puntualiza: “Muy a menudo nuestra galería se ve jerarquizada con exhibiciones de gran calidad, y esta es una de esas ocasiones”.

Y agrega: “Mantiene así esta sala el calor del compañerismo que a todos nos une y el sentimiento que nos mueve en esta tarea de la Asociación Estímulo de Bellas Artes, cuyos destinos seguimos de cerca y sin desalientos, en procura de su prosperidad y progreso; creemos que todos los amigos plásticos nos acompañan en el camino hacia esa meta”.

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