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TRAS CARTÓN   La Paternal, Villa Mitre y aledaños
 29 de marzo de  2024

7 de abril de 2012

EL TRÍO GOROSITO – CATALDI – DE LA VEGA EN RESURGIMIENTO

Donde mueren las palabras

Por Haydée Breslav


El Centro Cultural Resurgimiento, ubicado en la calle Artigas 2262, inauguró su temporada de espectáculos con un recital de tango a cargo del trío de guitarras integrado por Rodolfo Gorosito, José Cataldi y Armando de la Vega.

 

Con los primeros acordes se advirtió que se trata de profesionales que conocen muy bien su oficio; así lo demostraron a través de un repertorio de tangos, valses y milongas clásicos, en los que pusieron de manifiesto solvencia técnica e interpretativa. Los arreglos, pertenecientes en su mayoría a De la Vega y muy respetuosos de la esencia del género, así como del estilo de los distintos compositores, revelaron influencias de Roberto Grela.

Precisamente con un tango de este gran maestro, A San Telmo, en la versión del propio Grela, se abrió el programa; siguieron dos obras de Troilo, con versos de Cátulo Castillo y de Homero Manzi, respectivamente: María, en una versión acaso demasiado melódica, y Sur, donde la interpretación, más ajustada al espíritu que supo transmitir Pichuco, invocó por momentos al duende. No podía faltar un homenaje a Gardel, que se concretó en una digna ejecución de Golondrinas que probó que, como dice Roberto Selles, el Zorzal compone cada día mejor.

Fuimos, de Dames y Manzi, dio ocasión de sobresalir a Cataldi, quien desplegó múltiples y sólidos recursos, revelando un sentido del ritmo ágil y desenvuelto; los otros se desquitaron después en el gran tango de Arolas La cachila, donde compitieron en lucimiento.

El resto de las interpretaciones instrumentales mostró parejo nivel de decoro y corrección; en ese contexto se ubicaron Taquito militar, de Mores y Gilardoni, y el delicado vals de Sanders y Cadícamo Luna de arrabal. Merece destacarse la enjundiosa versión de Boedo, de Julio de Caro (dejando de lado la incursión en la historia del tango de Gorosito, quien insistió en que Pugliese había sido el pianista del mítico sexteto que inició la Guardia Nueva, cuando quien ocupó ese lugar fue el refinadísimo Francisco de Caro, cuyo estilo era muy distinto del de don Osvaldo).

En cuanto a las interpretaciones cantadas (Marioneta, de Guichandut y Tagini, y la Milonga triste, de Piana y Manzi) a cargo de Gorosito, cabe preguntarse por qué esa insistencia de tantos intérpretes en abordar temas identificados con grandes cantores del pasado, que llevan obligadamente a comparaciones de las que resulta muy difícil salir airoso, habiendo muchos y muy buenos tangos nuevos, o poco frecuentados, que hasta posibilitarían éxitos –dentro, claro está, de las limitaciones que la difusión impone hoy al género–.

En último lugar el trío ejecutó Gallo ciego, de Bardi, tango que, según señaló con justeza Selles, preanuncia la vanguardia; muy atinadamente, fuera de programa ofreció A fuego lento, de Salgán, que la consagra.

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